Del Libro de San Teófilo, obispo, a Autólico
Libro 1, 2. 7: DICHOSOS LOS LIMPIOS
DE CORAZÓN, PORQUE ELLOS VERÁN
A DIOS.
Si tú me dices: «Muéstrame
a tu Dios», yo te responderé: «Muéstrame
primero qué tal sea tu persona», y entonces te mostraré a mi Dios. Muéstrame
primero si los ojos de tu mente ven, si los oídos de tu corazón oyen.
Del mismo modo, en efecto, que los que gozan de la
visión corporal perciben lo que sucede aquí en la tierra y examinan las cosas
opuestas entre sí –como son la luz y las tinieblas, lo blanco y lo negro, lo
deforme y lo hermoso, lo proporcionado y lo que no lo es, lo mesurado y lo
desmesurado, lo que rebasa sus límites y lo que es incompleto-, y lo mismo
podemos decir con respecto a lo que es objeto de audición –los sonidos agudos,
graves, agradables-, así también acontece con los oídos del corazón y los ojos
de la mente, con respecto a la visión de Dios.
Efectivamente,
Dios se deja ver de los que son capaces de verlo, porque tienen abiertos los ojos de la mente, Porque
todos tienen ojos, pero algunos los tienen bañados en tinieblas y no pueden ver
la luz del sol.
Y no porque los ciegos no la vean deja por eso de
brillar la luz solar, sino que ha de atribuirse esta oscuridad a su defecto de
visión.
Así tú tienes los ojos entenebrecidos por tus pecados
y malas acciones.
El alma del hombre debe ser nítida como un espejo
reluciente. Cuando en un espejo hay herrumbre, no puede el hombre contemplar en
él su rostro; del mismo modo, cuando hay
pecado en el hombre, no puede éste
ver a Dios. Pero, si quieres, puedes
sanar; confíate al médico y Él punzará los ojos de tu mente y de tu corazón.
¿Quién es este médico? Dios, que por Su Palabra y Sabiduría creó todas las cosas,
ya que, como dice el salmo: La Palabra del Señor hizo el cielo; el Aliento de Su
boca, sus ejércitos. Eminente es Su Sabiduría. Con ella fundó Dios la
tierra; con Su Inteligencia consolidó los cielos, con Su Ciencia brotaron los
abismos y las nubes destilaron rocío.
Si eres capaz, oh hombre, de entender todo esto y
procuras vivir de un modo puro, santo y piadoso, podrás ver a Dios; pero es
condición previa que haya en tu corazón la fe y el temor de Dios, para llegar a
entender estas cosas. Cuando te hayas despojado de tu condición mortal y hayas
revestido la inmortalidad, entonces estarás en disposición de ver a Dios. Porque
Dios resucitará tu cuerpo, haciéndolo inmortal como el alma, y entonces, hecho
tú inmortal, podrás contemplar al que es inmortal, si ahora crees en Él.