Compartimos
con los que buscan la verdadera felicidad, algunos ejercicios prácticos
que te lleven hacia el logro de la ansiada "paz espiritual" que busca
tu corazón.
Sáb.XXI, pag. 149, tomo IV.
De
la primera carta a Timoteo 4,1—5, 2
Hermanos: El Espíritu dice
claramente que algunos en los últimos tiempos desertarán de la fe, dando oídos
a engaños, inspiraciones y enseñanzas propias de demonios, seducidos por
embaucadores hipócritas, cuya conciencia estará marcada a fuego por la infamia;
éstos proscriben el matrimonio y el uso de alimentos, que han sido creados por
Dios para que disfruten de ellos con acción de gracias los fieles y los
conocedores de la verdad. Todo lo que Dios ha creado es bueno; y no hay
alimento que merezca repulsa, si se toma dando gracias a Dios. Todo queda
santificado por la Palabra
de Dios y por nuestra oración. Si
propones estas cosas a los hermanos y te vas nutriendo cada día con los
principios de la fe y de la buena doctrina que has seguido con toda
fidelidad serás un excelente servidor de Cristo Jesús.
Rechaza, en cambio, las leyendas
supersticiosas y propias de viejas. Ejercítate en la piedad. Los ejercicios
corporales reportan beneficios escasos, pero la piedad es provechosa para todo
y tiene la promesa de la vida, tanto presente como futura. He aquí un
afirmación veraz y digna de universal adhesión: Nuestros trabajos y nuestras
luchas están impulsados por nuestra esperanza en el Dios vivo, que es el
Salvador de todos los hombres y en particular de los fieles. Esto has de
enseñar e inculcar.
Que
nadie te desprecie por tu juventud. Sé modelo para los fieles en las palabras y
en el trato, en la caridad, en la fe y en la pureza de tu vida. En tanto que llego, aplícate a la lectura, a la predicación, a la
enseñanza. No descuides el don que posees, que te fue dado por una intervención
profética con la imposición de las manos del colegio de presbíteros. Pon
interés en estas cosas, ocúpate de ellas, de modo que tus progresos sean
manifiestos a todos. Vigílate a ti mismo y a tu enseñanza; sé constante en
ello; obrando así, te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan.
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